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Valorando la función del padre en el desarrollo de los hijos

Actualizado: 3 mar 2022

Ser padre es reencontrarte con el Niño que fuiste, y revivir la inocencia pura y limpia del Ser humano.

( Alejandro Ojeda Pérez)

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Cada vez más investigadores ponen de manifiesto el valor del padre en los procesos de desarrollo de los hijos, es así como este desarrollo está delimitado por un espacio afectivo en el que el padre y la madre hace aportes complementarios a sus hijos, especialmente el padre en tres áreas importantes: desarrollar una mayor autonomía e independencia en el hijo, facilitando el proceso de separación-individuación de la madre (Pacella 1989; Lamb, 1977; Abelin 1975); el padre impulsaría la diferenciación y la tipi­ficación sexual en los hijos (Lamb, 1986; Smorti, 1987); el padre promovería la adqui­sición de los valores sociales y, por consiguiente, el desarrollo moral (Lamb, 1981; Parsons y otros, 1982).


Observamos que el padre aparece como la segunda figura de apego, logrando en el bebe otras maneras de ver la realidad, de explorar, de experimentar, de relacionarse. Es un vínculo que permite en el niño, salir lentamente de la placenta psíquica mater­na para avanzar poco a poco en el área del padre. Se trata de un recorrido ideal que, por un lado, presupone a una madre capaz de dejar marchar a su hijo hacia el padre y capaz de tolerar el "abandono" del niño; y por otro lado, presupone a un padre presente y aco­gedor de cara a su hijo. Padre e hijo, en una relación satisfactoria, van uno a la conquis­ta del otro. (Quaglia, R y Castro, V.F. 2.007)


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Ainsworth (1979) y Bowlby (1968) hicieron hincapié en lo importante que podía ser, para el niño, el sentimiento de confianza y seguridad hacia los padres. El niño afron­ta los propios cambios y sólo los acepta si los padres lo acompañan, uno de estos cambios corresponde a la mirada simbiótica de la madre, que requiere ser liberada por el padre con el propósito de desarrollar la autonomía de las funciones de su yo, donde el padre observa un niño o una niña a través de sus capacidades, temperamento, habilidades, competencias, con una calidad relacional altamente afectiva, que le provee al niño la posibilidad de explorar juntos nuevas maneras de comunicarse, de regular su comportamiento y emociones, de socializar, de alcanzar logros, de crecer, de adaptarse y de aprender en diferentes contextos con unas bases de seguridad y protección.


Cabe resaltar que en el paternaje, tiene vital importancia la historia y experiencias familiares del padre, su nivel sociocultural y sus propios rasgos de personalidad. En este sentido, el padre también necesita apoyo afectivo de la madre para lograr alcanzar el suficiente interés sobre el bebé. El paternaje también es consecuencia de una cadena de hechos históricos, que al mismo tiempo son personales y que también incluyen las múltiples relaciones afectivas que el padre puede haber sostenido en el pasado. (Herzog y Lebovici, 1989).


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Cuando la realidad revela la ausencia física o psicológica de los padres en algunos sistemas familiares, las investigaciones intentan encontrar una mejor comprensión de las nuevas dinámicas relacionales y de la manera como los niños, niñas y adolescentes están afrontando hoy su proceso de desarrollo en medio de esta perspectiva (Moreno, 2013).

Sería entonces posible pensar que a partir de las figuras maternas y paternas como base de la estructura psíquica, se logra encontrar apoyo y orientación en otros contextos, entendiendo la familia como un sistema que interactúa con otros sistemas más amplios; es así como en estas situaciones se puede recurrir al apoyo que ofrecen las redes sociales (familia extensa, amistades, profesionales de la salud mental, instituciones sociales, de salud, escolares, fundaciones, entre otras) como cuidadores y acompañantes del proceso evolutivo de los niños y adolescentes, procurando satisfacer las necesidades básicas y cumpliendo roles y funciones que son relevantes para favorecer el desarrollo y, por ende, generar valoración personal, autonomía, socialización, creatividad, solidaridad, salud, entre otros muchos aspectos.


Uno de los factores que ha sido relevante en las investigaciones es la resiliencia como parte fundamental en el desarrollo de los niños frente a situaciones adversas, en este caso la ausencia paterna, que han permitido afianzar características como: habilidad, adaptabilidad, baja susceptibilidad, enfrentamiento efectivo, capacidad, competencia, resistencia a la destrucción, conductas vitales positivas, temperamento especial y habilidades cognitivas, las cuales les permite superar situaciones estresantes y amortiguar los efectos de golpes físicos y emocionales (Grotberg, 1995; Suárez, 1995; Garmez, 1991; Garmez y Masten, 1994; Lazarus y Folkman, 1986, citados por García y Domínguez, 2013).



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Se reconoce entonces, cómo el bienestar, la salud mental, física y emocional de los padres, influyen directamente en el desarrollo y adaptación de los hijos, brindándoles relaciones nutritivas y contenedoras, el padre proporciona un elemento único y esencial en la crianza del hijo y su influencia es poderosa en la salud emocional. La madre le dice: "con cuidado", y el padre le dice "uno más", al estimular al pequeño a subir otro peldaño para que llegue a la cima. Juntos, tomados de la mano, padre y madre guían al retoño en el camino de la vida, acompañados de redes de apoyo que les permiten afianzar sus roles y funciones parentales, así como recibir la orientación necesarias en los procesos de desarrollo infantil.


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Tener la constancia de comenzar cada día recordando que criar a nuestros hijos significa disfrutar de ser las personas más importantes del mundo para quienes nos dan los mejores motivos para vivir, luchar y gozar.

( Angela Marulanda)

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