“Quiero y respeto lo que nos guía juntos. Quiero y respeto lo que te guía a ti; quiero y respeto lo que me guía a mí, aun cuando esto nos pueda separar.” Bert Hellinger
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La conformación de la pareja implica la diferenciación de nuestra familia de origen, conocer nuestra historia familiar, creencias, mitos, legados, determinar nuestros vínculos en la infancia con nuestros progenitores o cuidadores, adicional a transitar por el noviazgo y convivencia sin hijos, para con ello, construir el anclaje emocional, el encuentro amoroso, el vínculo y el compromiso que dará identidad a la nueva pareja, estableciendo la pertenencia, la individuación y un proyecto de vida común.
Algunos aspectos que influyen en esa construcción de la pareja y que son necesarios revisar durante el anclaje son:
Alianzas con la familia de origen, dificultando la diferenciación en la construcción de pareja.
Polaridad en el concepto de ser pareja.
Transferencia del rol de padre/madre en el otro miembro de la pareja, generando distorsión en las pautas relacionales.
Búsqueda de un hijo para consolidar la unión de la pareja que todavía no ha sido lograda
Alianza fraternal como forma de poder salir del hogar de origen.
En este sentido y entendiendo la familia como un sistema relacional en el que se gesta el proceso de diferenciación, crecimiento y cambio de sus miembros, y en la cual prima las interacciones, los vínculos y transacciones que se transmiten entre sus miembros, las decisiones que se tomen en grupo o individualmente influyen en cada miembro de la familia, por lo tanto, la separación es un tema que no solo compete a la pareja, sino que también afecta a sus hijos y a sus respectivas familias extensas, dada la crisis no esperada que afronta el sistema familiar.
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Cuando se comparte la vida en toda su amplitud con otra persona, se establece una nueva identidad, NOSOTROS, frente al YO individual, en el que de alguna manera afecta a lo cotidiano, a las necesidades, las expectativas, las ilusiones. Con la ruptura de la de la pareja, perdemos al confidente, compañero; perdemos al amante; perdemos al padre o a la madre de nuestros hijos; perdemos aquel ser con el cual compartíamos los amigos, el ocio, los secretos más íntimos, en definitiva, todo nuestro ser, etc. Con la separación, el impacto emocional aparece como un proceso normal, largo, lento y doloroso cuya magnitud dependerá en gran parte de la dimensión de lo perdido y de las características particulares de cada persona. (De la Parra, 2008).
En la mayoría de los casos, no se produce de manera repentina, sino que va precedido de un deterioro progresivo de la relación, cuyas consecuencias pueden perdurar en el tiempo, inclusive durante años después de la separación física de la pareja.
A pesar de que la ruptura de pareja fuera acordada por ambos, no impedirá que el dolor sea menor, puesto que, para cada uno, dicha ruptura adquiere un significado diferente e individual, determinando un proceso de duelo diferente para cada uno de ellos. La experiencia emocional siempre será diferente, cada uno avanza en el proceso a diferentes ritmos.
Cuando nos enamoramos idealizamos el objeto de nuestro amor; pero cuando nos separamos, no solo dejamos de idealizar, sino que solemos deshumanizar a la persona amada
Para De la parra, (2008), el duelo es un proceso, largo en el tiempo y de intensidad variable, de ajuste emocional después de una ruptura. Durante dicho trayecto, inevitable y necesario, las emociones se solapan, resurgen de forma mezclada, sin orden. Este fenómeno, provoca desorientación y desconcierto, dificultando la tarea de ayuda, acercamiento, comprensión y apoyo en búsqueda de soluciones. Las fases que menciona el autor son:
1. Shock emocional y negación de la realidad. Las primeras reacciones frente a la ruptura tienen que ver con una sensación de paralización. La actividad diaria se bloquea. Aparecen síntomas psicosomáticos, ansiedad y angustia, agotamiento y estrés crónico. Este periodo puede llegar a durar meses.
2. Tristeza y llanto. El estado emocional es de abandono, vacío, dolor. La red de apoyo social y familiar en estos momentos cumple un papel fundamental en este proceso.
3. Autoinculpación/proyección de la culpa. La nueva emoción afecta a ambas partes, aunque en distinto grado. Reconocer la responsabilidad de cada uno tiene una función básica, la de analizar las causas que motivaron la ruptura, identificar los motivos, buscar una explicación racional del fracaso.
4. Ira, deseos de venganza. Estos sentimientos surgen a partir de la percepción de amenaza que las personas puedan experimentar. Cuando alguno se siente atacado y herido, la rabia, el rencor, los deseos de venganza, aparecen como mecanismo de defensa y como forma de protección frente a la amenaza.
5. Aceptación de la ruptura: etapa igualmente complicada debido a que se debe aceptar que la relación de pareja llegó a su fin y su relación como padres–madres debe continuar, dado el caso. Aceptar una nueva identidad, nuevos proyectos, nuevas motivaciones e ilusiones, nuevos hábitos y roles, donde la red de apoyo social y familiar adquiere nuevas dimensiones.
6. Readaptación a la nueva realidad individual. En esta etapa se produce una transformación importante en la vida de las personas, donde se presta más atención a las propias necesidades, existe una mayor sensación de control sobre las situaciones y se interviene más activamente en la toma de decisiones. La recuperación se percibe como una realidad alcanzable.
La elaboración normal del duelo tiende a la reconstrucción del mundo interno, enriquecido por la nueva experiencia y por una confianza básica fortalecida que permite recomponer los vínculos con el mundo externo, deteriorados parcialmente por la pérdida. Ser capaz de generar fantasías y sentimientos reparatorios que den lugar a representaciones mentales de vinculación y a un aumento de la capacidad de insight en lugar de atribuir las causas del conflicto al mundo externo, sintiendo que toda la culpa es del otro (Mabres-Boix, 2014)
Los hijos no se divorcian
Los padres tendrán que elaborar los elementos de protesta, nostalgia y tristeza inicial que oscilan entre la melancolía, la desesperanza y el desafecto. Para con ello, crear estrategias de afrontamiento individual y familiar, teniendo presente que los hijos necesitan continuar su desarrollo saludablemente, acompañados de sus padres, para lo cual es importante tener en cuenta:
Crear una nueva organización familiar en la que dejarán de ser pareja, pero no padres.
Acompañar a los hijos en el afrontamiento de la pérdida de la vivencia de los padres juntos, el miedo al abandono por parte de uno de los progenitores o los dos, la distancia respecto al progenitor que sale del hogar y su familia, la pérdida de las rutinas familiares diarias, de símbolos y de tradiciones; y además asumir diversos cambios: vivienda, amigos, ajustes económicos, etc.
Los niños ni pueden ni deben esperar a que sus padres salgan de sus propias angustias para lograr su equilibrio. Si es necesario buscar ayuda profesional.
Evitar triangular a los hijos, a través de buscar alianzas y lealtades para garantizar el vínculo con uno de sus padres, evitando el abandono de ambos progenitores, lo que impacta en su desarrollo emocional, autonomía, valoración personal e identidad.
La coparentalidad supone un vínculo relacional –interaccional- constante. Se negocia, se define y redefine en cada encuentro o intercambio de información, constituyendo un contrato implícito, no escrito, en el que se acuerdan las maneras de relacionarse o de tratarse, así como el reparto de roles y funciones respecto a los hijos comunes. Ello exige en algunos momentos hablar de la propia relación (meta comunicar), aunque no siempre sea necesario para seguir negociando (Bolaños, Op.cit).
Donde hay perdón y reparación surge el bienestar y equilibrio del sistema familiar.
Existen diversas definiciones del perdón, y distintos modelos explicativos sobre el proceso por medio del cual se logra. La mayoría de los investigadores están de acuerdo en que perdonar conlleva un trabajo intrapsíquico, la elaboración del enfado consecuencia de una ofensa real o percibida, y la ubicación de dicha ofensa en el contexto de una visión integrada del ofensor en su totalidad. (Yarnoz-Yaben, 2010).
Aunado al perdón, la acción que se deriva es la reparación y el criterio es como reparar o enmendar los conflictos, los desacuerdos y las situaciones dolorosas vividas. Es buscar lo que traerá más energía y lo que hará sufrir menos a todos, siendo importante:
En primer lugar, repararse como individuo diferenciado, potenciar su identidad a partir del reconocimiento de sus emociones, pensamientos, creencias, valoración personal, habilidades, competencias, limitaciones, aprendizajes.
Dar sentido a la perdida, ampliando la perspectiva del dolor, encontrando en este, los aprendizajes y ajustando los cambios en sus creencias y pautas relacionales
Darse el tiempo para sentir el proceso, externalizándolo a partir de la narrativa verbal, escrita o simbólica
Ritualizar la perdida estableciendo un ritual de cierre para integrar los aprendizajes que ha traído el ciclo anterior, agradecer los momentos vividos y reflexionar sobre nuestro crecimiento y nuestras emociones
Buscar actividades sensoriales y motoras para lograr equilibrar el estrés generado por la situación de ruptura y posterior reacomodación
Respetar el proceso del otro, sin juicios, entendiendo que cada uno percibe, experimenta y evoluciona la separación desde sus historias, vivencias, vínculos, creencias y deseos.
Afianzar las redes de apoyo familiares y sociales, que permita interactuar desde su identidad individual, encontrando interacciones saludables y de acompañamiento.
Reelaborar las áreas practicas: economía, planeación profesional, roles y funciones, toma de decisiones y proyecto de vida
Entender la separación como una oportunidad de crecimiento para ambos, un nuevo proyecto de vida, lleno de bienestar y equilibrio.
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“Te elegí. Te he querido mucho. Todo lo que te he dado lo hice con ganas y con placer. Me has dado mucho y te honro. En cuanto a lo que pasó entre nosotros, asumo mi parte de responsabilidad y te dejo la tuya. Y ahora te dejo, estoy libre, estás libre.”
Bibliografía Sugerida:
Arriagada, F. y Ruiz, P. (2010). Tesis: La ruptura matrimonial, un proceso de duelo. Escuela de Psicologia. Universidad del BIO-BIO, Chile. Recuperado el 2 de abril del 2021, en: https://www.integracion-academica.org/attachments/article/129/05%20Ruptura%20matrimonial%20-%20FArriagada%20PRuiz%20NZicavo.pdf
De la Parra, J. (2008). Experiencia emocional y ruptura de pareja. Familia 36, pag. 25-40. Universidad Pontifica Salamanca. Recuperado el 6 de abril del 2021, en: https://core.ac.uk/download/pdf/50604587.pdf
Giraldo, R. (2018). Terapia de padres separados. Una forma de terapia en pareja basada en los vínculos. Fundaterapia. Redes 36. Bogotá. Recuperado el 25 de marzo del 2021, en: www.redesdigital.com.mx.
Navarro Góngora, J y Pereira, M. (2000). Parejas en situaciones especiales. Pág. 173. Paidós. Barcelona.
Peñafiel, O. (2011). Ruptura amorosa y terapia narrativa. Universidad católica Bolivariana “San Pablo”. Bolivia. Recuperado el 20 de marzo del 2021, en: http://www.scielo.org.bo/pdf/rap/v9n1/v9n1a2.pdf
Kaslow, F. y Hyatt, R. (1988). El divorcio: una experiencia potencial de crecimiento para la familia extensa. Sistemas Familiares.